¿Por qué escribo? Escribo para ser feliz me paguen o no por ello. Es una enfermedad haber nacido así. Me gusta hacerlo. Lo cual es aún peor. Convierte la enfermedad en un vicio. Además, quiero hacerlo mejor de lo que nadie lo haya hecho jamás. (Ernest Hemingway)

No escribo porque me sobra el tiempo, lo hago porque me hace realmente feliz. El verme esenciada en mis personajes, más humana, más cruel...realmente no tiene precio.





domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 7: La llave del relicario


La llave del relicario
El amanecer me recibió aún dormida. Pestañeé varias veces, cuando vi el reloj: mediodía. ¿Cuánto había dormido?
Me había quedado toda la noche en vela, intentando pensar o llegar a alguna conclusión, del porqué aquel hombre me seguía. Toqué mi bolsillo esperando encontrar la llave, ahí estaba, la pruLeba tangible de que saqueé una tumba.
-Al fin despiertas, mamá se fue en la mañana-avisó Jacob-creí que no te levantarías de la cama.
-Anoche no pude dormir bien-señalé-estaba pensando en muchas cosas.
-Hace como una hora llamó tu novio-me informó-sería bueno que lo visitaras.
Acto seguido se alejó. Lo llamaría a Jeremy luego, ahora tenía que ir a aquella casa. ¿Qué cosas encontraría allí?, ni yo lo sabía.
Me estaba metiendo en un problema, al que nadie me había invitado y aún así no me importaba.
Lo mejor sería ir en la madrugada, así no levantaría sospechas.
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Capítulo 6- La lápida Valente

La lápida Valente
Llegué a casa a punto de estallar. Luego de ver al sujeto esconderse al darse cuenta que noté su presencia, pagué al taxista y entré de inmediato a mi hogar.
Jacob me esperaba en la puerta, ¿Qué habría pasado?
-Problemas-dijo, como si leyera mis pensamientos-llegó papá.
¿Cómo pude olvidarlo?, los tres meses del viaje de mi padre ya habían transcurrido y aquello solo significaba una cosa: mi libertad estaba restringida en el lapso de una semana.
Mi padre viajaba siempre, en mis recuerdos siempre ha sido así. Mi progenitor, era de aquellos que con su presencia, hacía temblar a cualquier que amara su vida. Él es uno de los miembros de la corte de justicia, designados por el senado y claro está, por el presidente. Lo que lo hacía un hombre de fuerzas tomar y de temer, por supuesto. Las ciento veinte horas que la suprema justicia, creía que nos regalaba para disfrutar con nuestro padre, solo daba a la resolución de problemas.
No debíamos actuar, si no se nos pedía con anticipación. No debíamos salir si él no lo deseaba. Y sobre todo, no debíamos hablar si él no lo quería. Nunca supe, el por qué su actitud era así, pero no es algo que pueda preguntar.
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