¿Por qué escribo? Escribo para ser feliz me paguen o no por ello. Es una enfermedad haber nacido así. Me gusta hacerlo. Lo cual es aún peor. Convierte la enfermedad en un vicio. Además, quiero hacerlo mejor de lo que nadie lo haya hecho jamás. (Ernest Hemingway)

No escribo porque me sobra el tiempo, lo hago porque me hace realmente feliz. El verme esenciada en mis personajes, más humana, más cruel...realmente no tiene precio.





sábado, 12 de julio de 2014

Capítulo 11: La laguna de los recuerdos

El alma de una suicida
Capítulo 11: La laguna de los recuerdos

-Infraganti-balbuceó apenas me vio.
-Solo fui a tomar aire-mentí sonriente.
-No sabía que el aire golpeaba con tanta fuerza-manifestó inspeccionando mi labio roto.
-Me caí de la cama esta mañana-volví a mentir.
-¿Alguien te creyó eso?-preguntó sarcástico.
Lo mire incrédula, él ya me había descubierto en mi engaño. No era capaz de mentirle como antes. Mi consternación ante todo lo que ocurría en mi entorno, me hacía más débil.
-Está bien, te creeré-dijo alzando sus brazos de manera burlona-¿Cómo era?, ah sí, te caíste de la cama, ¿verdad?
-Cruel-susurré irritada.
-¿Yo soy el cruel?-preguntó ofendido.
Se fue molesto y no lo culpaba. Debía solucionar pronto mis problemas para no complicar más las cosas.
Al siguiente día Jeremy no me habló, pero tampoco  fui tras él. Tenía demasiadas cosas en que pensar. La suicida no me respondía, el correr de su pluma no se hacía presente, lo que me mantenía más alejada de la realidad que de costumbre.
-Amelia, te necesito-rogué-sé que estas ahí, responde.
Cualquier tipo de petición era innecesaria. Me frustraba la forma ridícula en que se estaba comportando la dama de aquel libro.
Los días pasaron más rápidos que de costumbre, mi nuevo semestre de clases empezaría en poco tiempo, sin embargo, no me importaba. El alma de aquella suicida no se dignaba a dar señales de su existencia.
Las preguntas seguían cercenando mi paciencia, ¿Por qué aquella joven me había engañado?, las dudas de sus acciones me mantenían despierta en las madrugadas, ¿Quién era aquel sujeto y que ocultaba?
Intentaba razonar de todas las posibles maneras, todo era en vano, mis interrogantes no eran contestadas por ninguna forma. Podía hacer un libro con el nombre: Mil preguntas sin respuestas, la historia de mi vida.
-¿De qué te ríes?-preguntó Jacob al verme.
-De las estupideces que corren por mi cabeza-señalé en tono burlón.
-Creo que ya terminaste de desquiciarte-aseguró sarcástico.
-No seas malo-pedí repentinamente enojada-sé mas considerado.
-Claro, lo seré-jactó malhumorado-pero ¿no crees que deberías tu también serlo?
-¿Yo soy mala?-me pregunté a mi misma en voz alta.
-¿Ni siquiera puedes responderte eso?-inquirió Jacob-a veces no encuentro la forma de entenderte…y lo he intentado de verdad.
-Jamás podrás hacerlo-murmuré. No me sentía nada bien en aquellos días; si yo no podía entenderme, nadie lo haría.
Salí de mi casa, esperando que el aire fresco de la nueva mañana calmara mis ansias. Llevé el libro de la suicida oculto en mi bolso, necesitaba respuestas y las hallaría a como dé lugar. Decidí escribirle a la dama, aunque ella no me respondiera.
-Por extrañas que parezcan las cosas, esto se estaba volviendo más frustrante que de costumbre, como si mi vida fuese a acabar en cualquier instante, como si mi tiempo estuviese siendo contado.
Estaba asustada. Cosas raras estaban sucediendo, no entendía nada.

sábado, 14 de junio de 2014

Escribir me hace feliz

Hace mucho tiempo descubrí que me gustaba escribir.
No diré que era algo innato, que todo el mundo sabía que me gustaría y que corría desde mi nacimiento por mi sangre.
Recuerdo que la primera carta de amor que escribí era prácticamente un collage de letras de canciones que me gustaban, un verdadero desperdicio de redacción de la que hoy puedo reírme y sentir vergüenza.
Supongo que un día apareció la necesitad de no solo pensar en cómo me sentía, sino también intentar volverlo palabras y definitivamente descubrí que me encantaba. No diré que es lo mejor en el mundo porque al final es solo eso, palabras; pero es lo más cercano que conozco a liberar las emociones y volverlas eternas.
Escribo para no morirme y para los que amo no sean olvidados, lo hago porque estoy feliz, porque estoy triste, en días malos y buenos, cuando la desesperación toca mi puerta e incluso cuando me siento aterrada. Escribo desde la simple razón de desear una buena mañana o el arduo trabajo que se puede convertir el extrañar a alguien. 
Quiero hacerlo cada minuto de mi vida, necesito hacerlo, como comer, respirar, hablar. Probablemente no parezca tarea tan imperiosa en sus vidas, pero en mi mundo lo es. 
Querido amigo, amor y extraño que lees ésto por casualidad, ¿recuerdas la última vez que sonreíste al hablar de algo que amabas? ¿puedes pensar en una razón que haga tu corazón latir con más fuerza de lo acostumbrado? ¿ha llegado a tu mente algo lo suficientemente apasionante para despertarte y encontrarte a ti mismo?
Si puedes sentir, pensar y recordar eso, entonces definitivamente puedes entenderme. 
Hoy es uno de esos periodos en que debería sentarme y centrarme en cumplir la mayor cantidad de actividades posibles para intentar respirar tranquila los próximos días, pero me estoy descubriendo aquí, con aquella sonrisa, con esa pasión en mis ojos, con las lágrimas intentando salir.
Ésto es tan relajante, emocionante y excitante que me gustaría inventar nuevos verbos y expresiones para poder explicarlo, es más, tengo confianza para soñar con hacerlo algún día.
No sé cuán larga será esta vida, pero de poder continuar disfrutando como lo hago, nada será tan malo como imagino. Ante el amor, el odio, la duda, opresión, encontrarme y perderme, sonreír y llorar; las cadenas de las letras me harán libre, eterna e irreal. Esclava de ellas, en definitiva, una deuda que a mí no me molestaría pagar.

Sí, escribir me hace feliz, pero ya lo habrás descubierto.



viernes, 25 de abril de 2014

Límites


Hay libros que jamás voy a leer y palabras que nunca diré.
Hay lugares maravillosos que no podré ver y cimas que no alcanzaré.
Estar vivos representa la promesa de morir, es lo seguro, lo posible.
Hay información que nunca aprenderé e investigaciones que nunca llevaré a cabo.
Hay miedo que no superaré y fronteras que no cruzaré.
Somos egoístas y queremos ser recordados. Nos empeñamos en ellos con actos buenos y malos.
Hay tallas de peso en las que no encajaré y postres que no voy a preparar.
Hay tantas cosas que no haré, que no haremos, que no harán.
Es extraño, unos lo piensan mucho y otros no quieren pensar.
El día en que muera sabré que las cosas que no hice valdrán igual.
Y esperaré que las que sí hice, escritas o no, me mantengan existiendo.
Porque al final del día todo lo que queremos, es permanecer vivos o no sentirnos muertos.

jueves, 17 de abril de 2014

Carta de Despedida (Gabriel García Márquez)


Si por un momento Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el  encarnado beso de sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que ésta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría "Te quiero" y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan.

jueves, 13 de febrero de 2014

Existes

Ya no recuerdo tus ojos y es extraño, pensé que grabaría su color en los míos.
Y tampoco recuerdo tu boca, tu nariz, tus orejas, las medidas de tu rostro.
¿Mi memoria está fallando o has faltado tanto que tu recuerdo es vano e impreciso?
¿Qué escribías?
¿Cómo escribías?
¿En qué pensabas?
Y sonrío. Ha pasado finalmente. Te has desvanecido.
Entonces, recuerdo tus ojos, tu boca, tu nariz, las medidas de tu rostro.
Tus escritos, tus pensamientos.
Entonces existes. Otra vez, maldita sea, otra vez existes.