¿Por qué escribo? Escribo para ser feliz me paguen o no por ello. Es una enfermedad haber nacido así. Me gusta hacerlo. Lo cual es aún peor. Convierte la enfermedad en un vicio. Además, quiero hacerlo mejor de lo que nadie lo haya hecho jamás. (Ernest Hemingway)

No escribo porque me sobra el tiempo, lo hago porque me hace realmente feliz. El verme esenciada en mis personajes, más humana, más cruel...realmente no tiene precio.





domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 7: La llave del relicario


La llave del relicario
El amanecer me recibió aún dormida. Pestañeé varias veces, cuando vi el reloj: mediodía. ¿Cuánto había dormido?
Me había quedado toda la noche en vela, intentando pensar o llegar a alguna conclusión, del porqué aquel hombre me seguía. Toqué mi bolsillo esperando encontrar la llave, ahí estaba, la pruLeba tangible de que saqueé una tumba.
-Al fin despiertas, mamá se fue en la mañana-avisó Jacob-creí que no te levantarías de la cama.
-Anoche no pude dormir bien-señalé-estaba pensando en muchas cosas.
-Hace como una hora llamó tu novio-me informó-sería bueno que lo visitaras.
Acto seguido se alejó. Lo llamaría a Jeremy luego, ahora tenía que ir a aquella casa. ¿Qué cosas encontraría allí?, ni yo lo sabía.
Me estaba metiendo en un problema, al que nadie me había invitado y aún así no me importaba.
Lo mejor sería ir en la madrugada, así no levantaría sospechas.
more---->


-¿Te sirvo?-preguntó Tim al verme entrar a la cocina.
-No gracias, comeré luego-tenía muchas cosas en que pensar, luego comería.
Salí sin rumbo fijo. Tenía tantas cosas en la cabeza, que temí que en algún momento fueran a explotar. Necesitaba entrar en esa casa y buscar lo que se supone le había dejado Alfonso a la suicida. Tenía que averiguar más sobre ella, encontrar a su hija, dar con lo que me seguía, y sobre todo sus razones.
Caminaba tan sumida en mis pensamientos, que ni sentí nada, hasta cuando el dolor de encontrarme en el suelo me obligo a reaccionar.
-¿Elisse?-miró asombrada la rubia que tenia parada en frente-tanto tiempo sin verte, ¿Te acuerdas de mí?, soy Melinda.
No la había olvidado, la conocí como en sexto de escuela. Era una compañera de locuras, siempre buscábamos hacer enojar a alguien o divertirnos de alguna u otra manera.
-Sí, te acabo de recordar-sonreí.
-¿Qué es de tu vida?-preguntó, mientras nos dirigimos hacia unas banquetas para sentarnos.
-Un mundo de rarezas-fue lo único que pude decir.
-Bien por ti, mi vida es completamente aburrida. Vine aquí hace casi un mes, pero todo me parece aburrido. No lo sé, quiero regresar a mi hogar con una experiencia nueva-suspiró-aunque creo que no la encontraré.
-Quieres acompañarme a un lugar-si ella deseaba tener una experiencia nueva, yo le haría su deseo realidad-te aseguro que no lo olvidaras nunca.
-Si-no dudó en contestar-a donde sea.
-Te contaré todo, de camino a mi casa-advertí.
No le di muchos detalles.  Su curiosidad aumentó, como tenía previsto. En dos días regresaría a Cuba, así que su estadía en su antiguo país, sería inolvidable.
Despuntaban las primeras luces del alba, cuando decidimos salir. Abrimos la puerta con sigilo y nos deslizamos sin encender la luz. Ya estábamos afuera, tomamos el primer taxi que vimos pasar.
-¿Seguro que desean ir para allá?-interrogó confundido.
-¿Sucede algo?-inquirió Melinda-¿hay algo en ese lugar?
-Nada. Ese es el problema, no hay nadie. Aunque quien pasa por ahí dicen que sí-admitió el hombre de ojos verdes.
La brisa fría y cortante nos recibió al llegar. El taxista se había retirado, no sin antes hacer la señal de la cruz en su frente como cincuenta veces.
Aquel deshabitado barrio, era apenas un respiradero en el laberinto de calles maltrechas y sucias de la antigua ciudad.
Nos adentramos por un estrecho zaguán, que apenas dejaba divisar algún rayo de luz; encontramos una escalera torcida en la que ascendimos lentamente, casi temiendo que se derribara, si nos atrevíamos a pisar con fuerza sobre aquellos peldaños diminutos.
Solo había una puerta entre los dos peldaños, no tenía número, ni siquiera distinción. Melinda se agarró con fuerza de mi brazo, como temiendo por su vida.
Llamé con los nudillos a la puerta. Lo hice varias veces, pero no obtuve respuesta alguna. Golpeé la puerta con el puño un par de veces, dentro del piso no se oía ni el ruido de un mosquito zumbando por allí.
Saqué la llave de mi bolsillo, y de inmediato abrimos la puerta.
-¿Buenos días?-pregunté en voz alta, por si alguien estuviera ahí.
-Aquí no hay nadie-susurró Melinda muerta del miedo-mejor vámonos.
Alfonso debió haber vivido en la sombras. Un angosto y largo pasillo obligaba a comprender que aquella casa era inmensa. Nos conducimos por un comedor en el que nos esperaba una mesa con un jarrón de flores, solo un lirio reposaba sobre el florero, aquel lirio debía tener mucho tiempo desde que se había secado.
Una tristeza repentina me invadió, como si alguien estuviera sufriendo. Me llevé las manos al pecho, mientras mi vieja amiga caminaba unos metros más adelante. Vi a Melinda adentrarse a una habitación, que tenía pinta de biblioteca.
Me escabullí por unos escombros, hasta llegar a una oficina. Un montón de hojas se encontraban perfectamente ordenadas, tomé las hojas entre mis manos, eran como de una historia de algún viejo libro escondido en la soledad. No podía leerlas. La oscuridad era demasiada para intentar vislumbrar algún detalle. Cogí la primera del montón, la doblé y guardé en medio de mi chaleco de cuero.
Aquel cuartito respiraba la ausencia.
Melinda se apareció en la habitación, con la intriga a cuesta.
-Me he recorrido media casa-afirmó, mientras llevaba sus manos a sus caderas- ¿Se puede saber que estamos buscando?
-No lo sé-susurré                          
Me miro incrédula. Alzó los hombros en señal de que no le importaba y salió por donde entró.
-Investigaré más-avisó desde lejos-espero encontrar algo bueno, solo veo hojas y cenizas, aunque con tanta penumbra cualquier cosa se podría esperar.
Me adentré a un pequeño balcón sostenido por unas paredes despintadas. Tenía muchas clases de olores, no pude dar suerte de alguno. Miré a mi alrededor y me pregunte cómo y sobre todo por qué se había suicidado el antiguo habitante.
Salí del balcón y seguí el resto de las pisadas de Melinda. Ella había entrado primero a la biblioteca, libros de todos los tamaños reposaban en pequeñas estanterías. Muchas ratas corrieron despavoridas al verme. Una vieja máquina de escribir reposaba junto una estantería de manuales.
No había ninguna foto, pero la pared de enfrente a la máquina estaba recubierta de cuadros volteados, me acerqué al pie del mural. Tenía una pulcritud y meticulosidad que me pareció obsesiva. Decidí agarrar uno de todos aquellos cuadros, cuando el grito de Melinda me sacó de mi trance. Corrí y subí por una larga escalera que me guió hasta un altillo. El grito había salido de ahí.
-¿Qué ha ocurrido?-pregunté con el corazón a punto de salirse por mi garganta.
-Casi me he caído al abismo-dijo sentada en el piso-aquella ventana está mal puesta. La pared es tan débil que se tambaleo. Me he asustado mucho. Realmente me he imagino cayendo desde esta altura al piso.
-Gracias a Dios estás bien. A mí me has asustado también-referí.
-Dije que te ayudaría-argumentó-pero ya tengo suficiente experiencia como para regresar a Cuba. Ni siquiera recuerdo que la ciudad era tan rara y peligrosa cuando me fui. Vámonos de aquí, por favor.
-Está bien-asentí. Ella estaba lo suficientemente alterada, luego regresaría por mi cuenta.
Regresamos por las paredes con grietas. Los halos de luz resaltaban entre la penumbra. Mi respiración tanto como la de mi acompañante, era acelerada. Melinda se aferró a mi blusa, casi clavando sus largas uñas postizas en mi piel.
Estábamos asustadas. Tomé su brazo con mis manos, ambas temblábamos. Por una extraña razón, el lugar en el que nos encontrábamos me producía más temor que la casa de la suicida.
-¿Vendrás a mi casa?-le pregunté apenas salimos.
-Debo preparar todas las cosas para mi viaje-admitió-después iré.
Algo se me estaba olvidando,  ¿Qué sería?
-Dejé la llave adentro-dije exaltada.
-No iras por ella-me miró estupefacta-no se te va a ocurrir esa locura, ¿verdad?
-La necesito. Me costó conseguirla-admití-y no imaginas cuanto.
-Ni que se la hubieras robado a un muerto-aventuró a decir.
Ella definitivamente debía tener habilidades de adivina. No pude responderle. No sabía cómo mentirle.
-No. ¿Lo hiciste?-cuestionó llevándose las manos a la cara-¿En qué tontería estas metida?
-No es nada malo-balbuceé.
-¿Nada malo?-interrogó intentando no explotar-¿le robaste a un muerto e intentas decirme que no es nada malo?
-Te contaré todo sin dejarme ningún detalle-prometí como último recurso-pero necesito ir por esa llave.
Di la vuelta sin esperar respuesta, dispuesta a volver a entrar a la casa, Melinda me jaló del brazo antes de entrar.
-No importa lo que sea que buscas-se sinceró-no sé si lo recuerdes, pero fuiste mi mejor amiga cuando necesité a alguien que estuviera a mi lado. Aún te tengo mi corazón agradecido. Aléjate de todo esto, no te metas en un problema.
-Tranquila, no hay nadie dentro-rogaba porque así fuese-regresaré, tú has visto demasiadas películas de terror. Todo va a estar bien, no me pasara nada.
Me abrazó antes de que entrara. Quiso seguirme, pero preferí no incluirla más en el asunto. Mi corazón latía aceleradamente. Volví a caminar por el zaguán y subí atormentada por las escaleras, ¿Dónde se me había podido caer la llave?
Seguí, temiendo que de un momento a otro algo espeluznante saliera dispuesta a hacerme daño. Me detuve en las escaleras que daban al altillo, tal vez cuando había corrido en busca de Melinda se me salió del bolsillo. Logré verla, al parecer estaba en unos pisos más abajo, un no muy grande agujero la condujo hasta allí. Debía ir por ella.
Con recelo empecé a bajar hacia la aparente bodega. El líquido amarillento inundó mis zapatos, alguna fuga de agua debía haber existido ahí. Mi amiga tenía razón, me estaba metiendo en un problema muy grande, pero la suicida también era mi amiga, no podía dejarla seguir viendo sus sueños, aún después de muerta, desvanecerse. No sería una acción de alguien como yo.
Encontré y cogí la húmeda llave entre mis dedos. La guardé en el fondo de mi chaqueta, no deseaba que se cayera de nuevo. Aún estaba adentro, podía continuar buscando, tal vez, con mucha suerte, encontraría algo relevante.
Melinda me abrazó con fuerza cuando me vio salir. Casi lloraba. Podía quedarme un rato más adentro, pero ya era suficiente por un día.
Debía regresar, lo sabía, pero sería después.
-Tienes muchas preguntas que responderme-aseguró mientras caminábamos por las desoladas calles esperando que se pararan un par de taxis.
-Claro, pero tú te vas mañana-debía recordárselo.
-¿Estás loca?-preguntó, tambaleándose como borracha-no, no, no me iré aún. No pudiendo disfrutar de emociones tan fuertes que podrían hacerme llorar, gritar y quererte matar al mismo tiempo.
-Espero que lo último no lo digas literalmente-manifesté.
-Claro que no-aseguró mientras subía a uno de los taxis que se habían estacionado-pero hablo en serio, debes contármelo todo.
Eran casi las siete de la mañana. Me había olvidado del tiempo, y si alguien no me encontraba en mi cama, me estaría metiendo en más problemas.
Jacob me esperaba en la puerta.
-Mi madre se fue temprano, Tim sigue dormido-contó sin moverse de su puesto-me encantaría saber dónde y con quien estabas.
-¿Cuántas veces me has visto salir de la casa a hurtadillas?-grité eufórica-¿recién se te ocurre preguntar qué diablos hago?
-Nunca antes te habías quedado hasta estas horas-susurró preocupado.
-Solo salí por un poco de aire, tal vez eso le falta a tu vida-avisé dando un portazo en la puerta al entrar-no consumo drogas, ni alcohol, ni me acuesto con nadie, ¿Feliz?, ¿Puedes dormir bien esta noche?
-No quería saber toda tu vida-dijo Tim bajando de las escaleras-tus gritos me despertaron, gracias.
Empezamos a reírnos. La rabia se me había escabullido por completo.
El sueño se apoderó de mí, debí haber dormido horas antes pero el correr de la pluma, apareció de repente.
-Lo siento. Me comporté como si fuera papá-afirmó Jacob, antes de que subiera por las escaleras.
-Hola Amelia-saludé-disculpa si me he desaparecido estos últimos días. He estado ocupada.
-Me agrada saber que estás bien-leí-tengo una vaga idea de lo que has estado haciendo, no podrás engañarme…alguien se acerca…
Melinda ya había regresado, estaba nerviosa. Le prometí que se hospedaría en mi casa, ¿por qué estaría así?
-No sabes lo que ha pasado-contó temblando.
-¿Qué ha ocurrido?-farfullé, ¿Qué le habría pasado?
-Un…un sujeto me siguió hasta el hotel donde me hospedaba, era un hombre mayor, con una chompa, chaleco, no sé que era, pero le llegaba al piso. Estaba furioso-me llevé las manos a la cara del horror, la descripción encajaba perfectamente con el que tiempo atrás me seguía-al parecer nos ha visto salir de esa casa, ha estado muy enojado, ¿y si es su casa?
Nunca lo había pensado de aquella forma, pero no era posible. Ese hombre no podía ser Alfonso. ¿Por qué me estaría el siguiendo?  No, no era posible.
Melinda me abrazó fuertemente, llena de pánico. La pregunta era: ¿Por qué la siguió a ella y no a mí?
En las siguientes semanas  y luego de responder las innumerables preguntas de Melinda, me había quedado sin pistas. No habíamos vuelto a aquella casa, la soledad de aquel lugar por razones incomprensibles nos erizaba la piel de forma espeluznante.
La universidad me tenía lo suficientemente ocupada. Tenía muchas exposiciones y cosas por leer. Melinda, por su parte, rebuscaba cualquier cosa que nos diera un paso a seguir.
-Debemos regresar a esa casa-era la setentaicincoava vez que se lo recordaba en la semana-hay mucho que buscar.
-Ha pasado casi un mes desde que fuimos-manifestó-esa casa del horror no es buena para mis nervios, ¿no puedes simplemente olvidarte de ello?
-Debo ir-susurré a mi propio pesar.
-Te dije que me parecía increíble que tuvieras en tu poder un libro con una musa dentro, pero, ¿No te estás tomando demasiado en serio todo esto?-inquirió, casi sin aire-¿No puedes olvidarlo y continuar con tu vida?
-Siento que debo ayudarla-dije entre dientes.
Ella tenía razón, y yo lo sabía.
-¡Ella está muerta!-exclamó intentando hacerme entrar en razón-¿tan difícil es que lo entiendas?, preocúpate por tu vida, ¡Tú si estas con vida, ella a duras penas se da cuenta que el tiempo pasa!
-No quiero que ella vea desvanecer sus sueños-suspiré largamente-ella también es mi amiga.
-Nos estamos metiendo en algo indebido, ¿Cuántas veces hemos tenido la misma discusión?, doce, trece, ¿veinte  o más veces?, no eres un dios para poder cumplir todos los anhelos que alguna vez tuvo, entiéndelo…pero-sonrió cansada-no te podré quitar toda esta locura de la cabeza, me toca ayudarte a cumplir con una muerta.
La abracé con fuerza. No estaba sola en toda la locura.
-Pensé que podíamos ir al barrio de Alfonso-la oí decir-alguien debe de saber de él, supongo.
-¡Eres una genio!-exclamé contenta. Jamás se me habría ocurrido esa idea.
-Y tu una verdadera terca-susurró preocupada, inmune a mis elogios-cambiando de tema, ¿tus padres no dicen nada porque viva aquí?
-A mamá no le importa-conté-y mi padre viene en dos meses,  ¿y si vamos ahora a la casa?
-¿A esta hora?, ¡es casi media noche!-exclamó enojada.
-Ok, iremos mañana-asentí en un suspiro.
Melinda no tardó en dormirse pero yo aquella noche no pude ni cerrar un ojo. La dama no se atrevía a escribir al sentir la presencia de ella cerca, lo único que me daba un aire de consuelo, era que aquel hombre no se había vuelto a aparecer, o al menos, no lo había vuelto a ver.
-Bueno, caminaremos por ese barrio-afirmó no muy contenta con la idea, mientras devoraba con gran habilidad la ensalada de frutas del desayuno.
-Claro-asentí-y ya que vamos allá, volveremos al antiguo hogar de Alfonso.
Se quedo con la boca abierta, mientras un cubo de sandía recubierto con leche condensada se salía de su plato. Exhaló todo el aire de golpe, casi de forma violenta.
-Está bien-manifesté al ver su cuerpo rígido- olvídate de la casa de Alfonso, al parecer te repugna mi idea.
-Ese lugar me da miedo-susurró-por supuesto que me desagrada la idea.
-Como quieras, no entraremos ahí-consentí.
-Gracias-sus ojos se pararon en algún lugar detrás de mi-Buenos días, Jacob.
-Buenos días-saludó mi hermano-¿Quién es el tal Alfonso?, las vengo escuchando desde hace buen rato.
-E…es-titubeé, dudando por un cuarto de segundo- el ex-novio de Melinda, además, es de mala educación, que escuches conversaciones ajenas.
-Ah…- dijo no del todo seguro-ya decía yo porque no querías ir, la idea desagradable-rió por lo bajo mientras se iba.
Me levanté y me escabullí, hasta esperar que mi hermano subiera las escaleras del piso de arriba.
-¿Estás loca?-preguntó Melinda al verme regresar-¿Cómo que mi novio?
-Tal vez esté loca-mencioné bromista-además le he dicho que es tu ex…pero-mi voz se tornó suplicante-podríamos ir a la casa y tu esperarías afuera, o podrías entrar conmigo.
-Olvídalo-contesto en un falso tono cortés-primero muerta.
-Tú tienes serios problemas con tus miedos-repliqué.
-Y tú con tus locuras, pedazo de terca-contestó enojada-no me vas a convencer. Bájate de esa nube.
Lo sabía, no sería fácil convencerla, pero tampoco imposible.
-Si me ayudas podría…hablarte mucho a Jacob de ti-sonreí satisfecha al ver como sus ojos se llenaban de vitalidad, encendidos por un súbito de interés-él es solo tres años mayor que ti, no tiene novia…
-A mí-barbulló intentando ocultar su demasiado obvio interés-no me gusta tu hermano.
-Vamos-no existía la forma de que estuviera equivocada-he visto como le miras.
-Está bien, lo admito-bingo, había ganado-no sabes perder, ¿verdad?
-No, creo que no-burlé.
Eran casi las diez de la mañana cuando salimos. La excusa perfecta era que íbamos a caminar por las cercanías.
No cruzamos ni un par de cuadras cuando paramos un taxi, y luego de que se quedara un par de segundos helado al escuchar la dirección, había aceptado llevarnos.
-Recuérdame porque hago esto-pidió comiéndose las uñas cuando llegamos a nuestro destino.
-Por mi hermano-sonreí triunfante.
La mayoría de las casas estaban en ruinas, al menos las de esa cuadra. Habíamos decidido primero preguntar por ahí. Dimos vuelta a la manzana, pero solo existían cuatro casas habitadas. Decidimos separarnos.
-Buenos días-saludé a un hombre bastante mayor de edad que barría la acera.
-Buenos días jovencita-sonrió a cierto grado, con una voz muy áspera-¿en que la puedo ayudar?
-¿Usted conoció a Alfonso, el de la casa grande de aquí a la vuelta?-no tenía tiempo como para dar tanto rodeo.
-Lo conocí, en efecto-me iluminó de esperanza-pero jamás trate con él, se supone que murió, eso es lo que todos sabíamos, pero…
-¿Pero?-cualquier cosa me serviría en la situación en la que me encontraba.
- Mi vecina. Ella esta demente, dice que él sigue ahí-comentó en voz baja-a veces le deja comida en la puerta, pero nadie aparece.
-Entonces si esta demente-di por hecho.
No tardé en salir y encontrarme con Melinda.
-Fui a dos casas, nadie sabe algo relevante del tal Alfonso-informó
No escuché más de lo que dijo. Tuve una extraña corazonada y me guié hasta la casa que me mostró el anciano.
No esperé que al tocar la puerta, esta se abriera ante mí, dejando escapar una oleada de frio con un extraño olor que no pude reconocer. Retrocedí dudosa.  La oscuridad que me recibía, se quebrantó por el destello de una tambaleante linterna que se movía cada vez más cerca.
-¿Quién anda ahí?-preguntó una voz débil y aguda.
La luz se detuvo en mi cara. Interpuse una mano para evitar ser alumbrada. Distinguí un par de sombras.
-Disculpe, no quise entrar sin llamar-susurré, cegada por la luz. Las dos personas discreparon en murmullos, hablaban sobre confrontar-vengo a hacerles unas preguntas, no les quitaré mucho tiempo.
Escuché el ruido de algún fusible y la casa se ilumino. Mi visión era más clara, una muchacha de unos veinticinco años y una señora de unos noventa me miraban de soslayo.
-¿Qué quieres?-preguntó la voz decidida de la joven-has tus preguntas y vete.
-Quiero…-dudé, ¿era correcto interferir y preguntar a un par de personas que apenas conocía?-hablar de Alfonso.
-Alfonso-susurró la anciana, con un repentino brillo en sus ojos.
-Esta bromeando abuela-corrigió la muchacha a la señora mayor, mientras me jaloneaba hacia afuera.
Me lanzó una mirada asesina una vez estuvimos fuera del lugar, ¿Por qué estaría tan enojada?
-¿Cómo puedes venir y decir eso así como así?-cuestionó, casi a gritos.
-Solo voy a robarte unos minutos-añadí-te lo prometo.
Asintió, abatida.
-¿Qué quieres saber?-inquirió
Estaba a punto de preguntarle cuando notó la presencia de Melinda, quien aún esperaba en el mismo lugar donde la había dejado.
-¿Quien es ella?-vaciló, al ver que se acercaba.
-Mi hermana-mentí-somos las hermanas Touzard, ella es Violeta y yo soy Helena.
Melinda me envió una mirada de confusión y luego la disimuló al ver mi gesto.
-Bueno, como sea, ¿qué buscan?-preguntó.
-Información de Alfonso-pedí-todo lo que sepa.
-¿Por qué debería dárselas?-interrogó-ni siquiera las conozco, jamás las había visto.
-Estamos buscando su paradero-rogó Melinda-es algo muy importante, hemos encontrado a su hija, ella implora verlo. Imagina su tristeza, cuéntanos por favor.
No imagino que se le cruzó por la cabeza, para decir algo como eso. La idea no era del todo mala.
-¿Como se llama su hija?-curioseó
-Julieta-respondí
-Marieta-afirmó Melinda, al mismo tiempo que yo.
La joven nos miro recelosa, al parecer tenia la sospecha de que mentíamos
-Se llama Marieta Julieta-expliqué-es que cada una la llama por uno de sus nombres.
-¿Cómo se que no me están engañando?-agregó
-¿Acaso tenemos cara, de atrevernos a realizar tremenda injuria?-conminó Melinda-nosotras no seriamos capaces de realizar tremendo delito, esa injustica no saldría de nuestra mente y menos de nuestros labios, jamás.
Melinda la había conmovido, era fácil saberlo por la cara pasiva que nos mostró.
-Yo era una niña demasiado pequeña, incluso para llegar a recordarlo-contó-conozco de su existencia porque hace más de una década alguien vino en su búsqueda, preguntando por todos lados. Mi abuela me relató de él, dice que era un buen hombre.
Adolfo debió ser un falso, todos lo tenían como alguien magnifico. Una buena persona no dejaría a su novia con un bebé a cuestas y luego se lo robaría.
-¿Supo quien lo buscaba con tanto empeño?-oí preguntar a Melinda
-Un señor un poco mayor, apellido Reimer. Lo buscaba por todos lados, había mucha rabia en sus ojos-comentó con tristeza-sin embargo tenía alguna angustia enorme, se fue furioso al enterarse que la casa de Alfonso estaba bajo llave, no era posible abrirla de ninguna otra forma.
-¿Lo ha vuelto a ver?-curioseé, la verdad me tenía muy inconforme enterarme que alguien se nos estaba adelantando.
-Lo vi hace como un año-el cambio de su voz me hacía dudar, pero era evidente que ella no tenía razones para mentirme-desde entonces no lo he vuelto a ver.
-¿Ha vuelto a tener noticias de Alfonso?-interrogó Melinda.
-Ninguna, desde la muerte de su mujer-afirmó.
-¿Podemos hablar con su abuela?-pregunté-necesito saber más cosas.
-Traten de no intranquilizarla-manifestó abriéndonos la puerta-yo debo hacer unas diligencias, vendré luego.
Le agradecimos y entramos de inmediato. La canosa mujer aún se encontraba en la misma silla, disfrutando de una bebida negruzca.
-Hola-me dedicó una sonrisa con los pocos dientes que tenía.
-Buenos días-saludó Melinda.
La anciana no le respondió, parecía que solo tuviera ojos para mí.
-¿Deseas saber de Alfonso, verdad?-adivinó al instante.
-Sabemos que le dejó algo a su difunta mujer-expliqué-necesitamos saber que era.
-Creí que deberías saberlo-una vez más, solo se dirigía a mí.
-Estoy en busca de una respuesta-afirmé-mi hermana y yo estamos investigando
-Ella no es tu hermana-aseguró con naturalidad-ni siquiera se parecen
-Es que…-¿Qué podría decirle?-yo me parezco mas a mi madre
-No lo dudo-replicó-no puedes engañar a una vieja como yo.
Ella había descubierto nuestro nada elaborado engaño, ¿Qué tanta información podría proporcionarme aquella aparentemente desquiciada mujer?
-Me contaron que usted le va a dejar comida a su casa-mencioné
-Fill me toma por loca-imaginé que se refería a su vecino-pero él te dio la respuesta errada, yo desde hace muchos años que no pongo un pie fuera de esta casa, por consiguiente no he ido a esa casa.
-Ya veo…-agregué entristecida-de todas formas, ¿tiene idea de que le dejo a su fallecida mujer?
-Una carta-respondió. En ese momento ingresó la muchacha. La anciana cesó de hablar.
-Chicas mi abuela debe tomar sus medicinas-nos señaló educadamente la puerta.
Salimos de inmediato, ella nos siguió.
-Tengan cuidado con lo que ella dice, ella está loca-afirmó-cuidado las guía hacia un mal lugar.
Se tramó un silencio tenso, demasiado abrumador como para atreverme a hablar
-Debe ser difícil cuidar a tu abuela-comentó Melinda-pasar tu vida así…
Algo en la mirada de Melinda no cuadraba. Atinamos a sonreír dócilmente, pero el gesto que se le escapó a la muchacha nos hacía dudar aún más. Nos despedimos amablemente y caminamos dispuestas a marcharnos de esa casa.
-En la casa de Alfonso vi un sobre dentro de un relicario-confesó-intenté abrirlo, pero necesitaba alguna llave para poder hacerlo.
Sopesé su idea por unos segundos. Lo más probable, es que Melinda tuviera razón.
-Además, esa joven estaba atrás de la puerta-continuó-, nunca vi que se fuera a alguna parte su sombra, ella nos oculta algo.
Di vista hacia atrás, la muchacha seguía parada afuera de su vivienda. Ella me observaba con desprecio.

1 comentario:

  1. Por favor todo el mundo necesita leer esto
    Algunas veces las cosas que no crees pueden suceder.
    Mi nombre es Sra. Tessy de Estados Unidos. Tengo 45 años me casé
    en la edad de 26 tengo solamente 2 niños y yo vivía feliz. Después de tres
    año de mi matrimonio el comportamiento de mi esposo se hizo tan extraño y yo no
    realmente entendía lo que estaba pasando, sacó de la casa a otro
    mujer lo amo tanto que nunca sueño de perderlo, trato de mi
    lo mejor posible para asegurarme de que mi esposo regrese a mi pero todo a no
    aprovecho lloro y lloro buscando ayuda He discutido con mi mejor amigo
    y ella me promete ayudarme con un SPIRITUAL SPELL CASTER llamado Dr Baz, él
    es un hombre muy grande y un hombre real que se puede confiar y no hay nada
    sobre cuestiones de amor que no puede hacer es por eso que lo llaman el gran Dr.
    Baz. Me puse en contacto con su dirección de correo electrónico
    Y le dije todo lo que
    suceder todo lo que me dijo es que no debería preocuparme de que todos mis problemas
    ser resuelto inmediatamente. Él me dijo qué hacer para recuperar a mi marido y yo
    dijo, dijo que después de 3 días mi marido volverá a mí y empezar
    mendigando, realmente sucede fue muy sorpresa y muy, muy feliz nuestro
    la relación es muy apretada y ambos vivimos felices otra vez.
    Así que mis amigos si tienes algún problema y necesitas la ayuda de un hechizo real
    caster por favor intente contactar este Número Whatsapp +2348066141253

    FIXA LOS SIGUIENTES PROBLEMAS A TODOS
    A TRAVÉS DEL GLOBO:
    1. Conseguir que su amante o su marido regresen
    2. Espiritual a prueba de balas
    3. Entrenamiento
    4. Conjuro de dinero
    5. Encanto de larga vida
    6. Hechizo de Prosperidad
    7. Encanto de protección
    8. Obtener un hechizo de trabajo
    9. Convertirse en un hechizo manager
    10. Obtener un préstamo enorme sin pagar ningún honorario
    11. Conseguir su dinero de scam detrás
    12. Conjuro de niño
    13. Embarazo
    14. Encanto de la libertad
    15. Ama el hechizo
    16, hechizo de desvanecimiento
    17. Hechizo humano invisible
    18. Éxito o paso de hechizo
    19. Conjuro de matrimonio
    20. Avenging hechizo
    21. Hechizo de popularidad
    22. Sufrimiento
    23. El hechizo del cáncer
    23. LOTERÍA
    24. EMBARAZO
    25. Fertilidad hierbas
    Póngase en contacto con él y ser bendecido.
    Número de WhatsApp +2348066141253
    DRBAZSPELLHOME@GMAIL.COM

    ResponderEliminar