La
llave del relicario
El
amanecer me recibió aún dormida. Pestañeé varias veces, cuando vi el reloj:
mediodía. ¿Cuánto había dormido?
Me
había quedado toda la noche en vela, intentando pensar o llegar a alguna
conclusión, del porqué aquel hombre me seguía. Toqué mi bolsillo esperando
encontrar la llave, ahí estaba, la pruLeba tangible de que saqueé una tumba.
-Al
fin despiertas, mamá se fue en la mañana-avisó Jacob-creí que no te levantarías
de la cama.
-Anoche
no pude dormir bien-señalé-estaba pensando en muchas cosas.
-Hace
como una hora llamó tu novio-me informó-sería bueno que lo visitaras.
Acto
seguido se alejó. Lo llamaría a Jeremy luego, ahora tenía que ir a aquella
casa. ¿Qué cosas encontraría allí?, ni yo lo sabía.
Me
estaba metiendo en un problema, al que nadie me había invitado y aún así no me
importaba.
Lo
mejor sería ir en la madrugada, así no levantaría sospechas.
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-¿Te
sirvo?-preguntó Tim al verme entrar a la cocina.
-No
gracias, comeré luego-tenía muchas cosas en que pensar, luego comería.
Salí
sin rumbo fijo. Tenía tantas cosas en la cabeza, que temí que en algún momento
fueran a explotar. Necesitaba entrar en esa casa y buscar lo que se supone le
había dejado Alfonso a la suicida. Tenía que averiguar más sobre ella,
encontrar a su hija, dar con lo que me seguía, y sobre todo sus razones.
Caminaba
tan sumida en mis pensamientos, que ni sentí nada, hasta cuando el dolor de
encontrarme en el suelo me obligo a reaccionar.
-¿Elisse?-miró
asombrada la rubia que tenia parada en frente-tanto tiempo sin verte, ¿Te
acuerdas de mí?, soy Melinda.
No
la había olvidado, la conocí como en sexto de escuela. Era una compañera de
locuras, siempre buscábamos hacer enojar a alguien o divertirnos de alguna u
otra manera.
-Sí,
te acabo de recordar-sonreí.
-¿Qué
es de tu vida?-preguntó, mientras nos dirigimos hacia unas banquetas para
sentarnos.
-Un
mundo de rarezas-fue lo único que pude decir.
-Bien
por ti, mi vida es completamente aburrida. Vine aquí hace casi un mes, pero
todo me parece aburrido. No lo sé, quiero regresar a mi hogar con una
experiencia nueva-suspiró-aunque creo que no la encontraré.
-Quieres
acompañarme a un lugar-si ella deseaba tener una experiencia nueva, yo le haría
su deseo realidad-te aseguro que no lo olvidaras nunca.
-Si-no
dudó en contestar-a donde sea.
-Te
contaré todo, de camino a mi casa-advertí.
No
le di muchos detalles. Su curiosidad
aumentó, como tenía previsto. En dos días regresaría a Cuba, así que su estadía
en su antiguo país, sería inolvidable.
Despuntaban
las primeras luces del alba, cuando decidimos salir. Abrimos la puerta con
sigilo y nos deslizamos sin encender la luz. Ya estábamos afuera, tomamos el
primer taxi que vimos pasar.
-¿Seguro
que desean ir para allá?-interrogó confundido.
-¿Sucede
algo?-inquirió Melinda-¿hay algo en ese lugar?
-Nada.
Ese es el problema, no hay nadie. Aunque quien pasa por ahí dicen que
sí-admitió el hombre de ojos verdes.
La
brisa fría y cortante nos recibió al llegar. El taxista se había retirado, no
sin antes hacer la señal de la cruz en su frente como cincuenta veces.
Aquel
deshabitado barrio, era apenas un respiradero en el laberinto de calles
maltrechas y sucias de la antigua ciudad.
Nos
adentramos por un estrecho zaguán, que apenas dejaba divisar algún rayo de luz;
encontramos una escalera torcida en la que ascendimos lentamente, casi temiendo
que se derribara, si nos atrevíamos a pisar con fuerza sobre aquellos peldaños
diminutos.
Solo
había una puerta entre los dos peldaños, no tenía número, ni siquiera
distinción. Melinda se agarró con fuerza de mi brazo, como temiendo por su
vida.
Llamé
con los nudillos a la puerta. Lo hice varias veces, pero no obtuve respuesta
alguna. Golpeé la puerta con el puño un par de veces, dentro del piso no se oía
ni el ruido de un mosquito zumbando por allí.
Saqué
la llave de mi bolsillo, y de inmediato abrimos la puerta.
-¿Buenos
días?-pregunté en voz alta, por si alguien estuviera ahí.
-Aquí
no hay nadie-susurró Melinda muerta del miedo-mejor vámonos.
Alfonso
debió haber vivido en la sombras. Un angosto y largo pasillo obligaba a
comprender que aquella casa era inmensa. Nos conducimos por un comedor en el
que nos esperaba una mesa con un jarrón de flores, solo un lirio reposaba sobre
el florero, aquel lirio debía tener mucho tiempo desde que se había secado.
Una
tristeza repentina me invadió, como si alguien estuviera sufriendo. Me llevé
las manos al pecho, mientras mi vieja amiga caminaba unos metros más adelante.
Vi a Melinda adentrarse a una habitación, que tenía pinta de biblioteca.
Me
escabullí por unos escombros, hasta llegar a una oficina. Un montón de hojas se
encontraban perfectamente ordenadas, tomé las hojas entre mis manos, eran como
de una historia de algún viejo libro escondido en la soledad. No podía leerlas.
La oscuridad era demasiada para intentar vislumbrar algún detalle. Cogí la
primera del montón, la doblé y guardé en medio de mi chaleco de cuero.
Aquel
cuartito respiraba la ausencia.
Melinda
se apareció en la habitación, con la intriga a cuesta.
-Me
he recorrido media casa-afirmó, mientras llevaba sus manos a sus caderas- ¿Se
puede saber que estamos buscando?
-No lo sé-susurré
Me
miro incrédula. Alzó los hombros en señal de que no le importaba y salió por
donde entró.
-Investigaré
más-avisó desde lejos-espero encontrar algo bueno, solo veo hojas y cenizas,
aunque con tanta penumbra cualquier cosa se podría esperar.
Me
adentré a un pequeño balcón sostenido por unas paredes despintadas. Tenía
muchas clases de olores, no pude dar suerte de alguno. Miré a mi alrededor y me
pregunte cómo y sobre todo por qué se había suicidado el antiguo habitante.
Salí
del balcón y seguí el resto de las pisadas de Melinda. Ella había entrado
primero a la biblioteca, libros de todos los tamaños reposaban en pequeñas
estanterías. Muchas ratas corrieron despavoridas al verme. Una vieja máquina de
escribir reposaba junto una estantería de manuales.
No
había ninguna foto, pero la pared de enfrente a la máquina estaba recubierta de
cuadros volteados, me acerqué al pie del mural. Tenía una pulcritud y
meticulosidad que me pareció obsesiva. Decidí agarrar uno de todos aquellos
cuadros, cuando el grito de Melinda me sacó de mi trance. Corrí y subí por una
larga escalera que me guió hasta un altillo. El grito había salido de ahí.
-¿Qué
ha ocurrido?-pregunté con el corazón a punto de salirse por mi garganta.
-Casi
me he caído al abismo-dijo sentada en el piso-aquella ventana está mal puesta.
La pared es tan débil que se tambaleo. Me he asustado mucho. Realmente me he
imagino cayendo desde esta altura al piso.
-Gracias
a Dios estás bien. A mí me has asustado también-referí.
-Dije
que te ayudaría-argumentó-pero ya tengo suficiente experiencia como para
regresar a Cuba. Ni siquiera recuerdo que la ciudad era tan rara y peligrosa
cuando me fui. Vámonos de aquí, por favor.
-Está
bien-asentí. Ella estaba lo suficientemente alterada, luego regresaría por mi
cuenta.
Regresamos
por las paredes con grietas. Los halos de luz resaltaban entre la penumbra. Mi
respiración tanto como la de mi acompañante, era acelerada. Melinda se aferró a
mi blusa, casi clavando sus largas uñas postizas en mi piel.
Estábamos
asustadas. Tomé su brazo con mis manos, ambas temblábamos. Por una extraña
razón, el lugar en el que nos encontrábamos me producía más temor que la casa
de la suicida.
-¿Vendrás
a mi casa?-le pregunté apenas salimos.
-Debo
preparar todas las cosas para mi viaje-admitió-después iré.
Algo
se me estaba olvidando, ¿Qué sería?
-Dejé
la llave adentro-dije exaltada.
-No
iras por ella-me miró estupefacta-no se te va a ocurrir esa locura, ¿verdad?
-La
necesito. Me costó conseguirla-admití-y no imaginas cuanto.
-Ni
que se la hubieras robado a un muerto-aventuró a decir.
Ella
definitivamente debía tener habilidades de adivina. No pude responderle. No
sabía cómo mentirle.
-No.
¿Lo hiciste?-cuestionó llevándose las manos a la cara-¿En qué tontería estas
metida?
-No
es nada malo-balbuceé.
-¿Nada
malo?-interrogó intentando no explotar-¿le robaste a un muerto e intentas
decirme que no es nada malo?
-Te
contaré todo sin dejarme ningún detalle-prometí como último recurso-pero
necesito ir por esa llave.
Di
la vuelta sin esperar respuesta, dispuesta a volver a entrar a la casa, Melinda
me jaló del brazo antes de entrar.
-No
importa lo que sea que buscas-se sinceró-no sé si lo recuerdes, pero fuiste mi
mejor amiga cuando necesité a alguien que estuviera a mi lado. Aún te tengo mi
corazón agradecido. Aléjate de todo esto, no te metas en un problema.
-Tranquila,
no hay nadie dentro-rogaba porque así fuese-regresaré, tú has visto demasiadas
películas de terror. Todo va a estar bien, no me pasara nada.
Me
abrazó antes de que entrara. Quiso seguirme, pero preferí no incluirla más en
el asunto. Mi corazón latía aceleradamente. Volví a caminar por el zaguán y
subí atormentada por las escaleras, ¿Dónde se me había podido caer la llave?
Seguí,
temiendo que de un momento a otro algo espeluznante saliera dispuesta a hacerme
daño. Me detuve en las escaleras que daban al altillo, tal vez cuando había
corrido en busca de Melinda se me salió del bolsillo. Logré verla, al parecer
estaba en unos pisos más abajo, un no muy grande agujero la condujo hasta allí.
Debía ir por ella.
Con
recelo empecé a bajar hacia la aparente bodega. El líquido amarillento inundó
mis zapatos, alguna fuga de agua debía haber existido ahí. Mi amiga tenía
razón, me estaba metiendo en un problema muy grande, pero la suicida también
era mi amiga, no podía dejarla seguir viendo sus sueños, aún después de muerta,
desvanecerse. No sería una acción de alguien como yo.
Encontré
y cogí la húmeda llave entre mis dedos. La guardé en el fondo de mi chaqueta,
no deseaba que se cayera de nuevo. Aún estaba adentro, podía continuar
buscando, tal vez, con mucha suerte, encontraría algo relevante.
Melinda
me abrazó con fuerza cuando me vio salir. Casi lloraba. Podía quedarme un rato
más adentro, pero ya era suficiente por un día.
Debía
regresar, lo sabía, pero sería después.
-Tienes
muchas preguntas que responderme-aseguró mientras caminábamos por las desoladas
calles esperando que se pararan un par de taxis.
-Claro,
pero tú te vas mañana-debía recordárselo.
-¿Estás
loca?-preguntó, tambaleándose como borracha-no, no, no me iré aún. No pudiendo
disfrutar de emociones tan fuertes que podrían hacerme llorar, gritar y
quererte matar al mismo tiempo.
-Espero
que lo último no lo digas literalmente-manifesté.
-Claro
que no-aseguró mientras subía a uno de los taxis que se habían estacionado-pero
hablo en serio, debes contármelo todo.
Eran
casi las siete de la mañana. Me había olvidado del tiempo, y si alguien no me
encontraba en mi cama, me estaría metiendo en más problemas.
Jacob
me esperaba en la puerta.
-Mi
madre se fue temprano, Tim sigue dormido-contó sin moverse de su puesto-me
encantaría saber dónde y con quien estabas.
-¿Cuántas
veces me has visto salir de la casa a hurtadillas?-grité eufórica-¿recién se te
ocurre preguntar qué diablos hago?
-Nunca
antes te habías quedado hasta estas horas-susurró preocupado.
-Solo
salí por un poco de aire, tal vez eso le falta a tu vida-avisé dando un portazo
en la puerta al entrar-no consumo drogas, ni alcohol, ni me acuesto con nadie,
¿Feliz?, ¿Puedes dormir bien esta noche?
-No
quería saber toda tu vida-dijo Tim bajando de las escaleras-tus gritos me
despertaron, gracias.
Empezamos
a reírnos. La rabia se me había escabullido por completo.
El
sueño se apoderó de mí, debí haber dormido horas antes pero el correr de la
pluma, apareció de repente.
-Lo
siento. Me comporté como si fuera papá-afirmó Jacob, antes de que subiera por
las escaleras.
-Hola
Amelia-saludé-disculpa si me he desaparecido estos últimos días. He estado
ocupada.
-Me
agrada saber que estás bien-leí-tengo una vaga idea de lo que has estado
haciendo, no podrás engañarme…alguien se acerca…
Melinda
ya había regresado, estaba nerviosa. Le prometí que se hospedaría en mi casa,
¿por qué estaría así?
-No
sabes lo que ha pasado-contó temblando.
-¿Qué
ha ocurrido?-farfullé, ¿Qué le habría pasado?
-Un…un
sujeto me siguió hasta el hotel donde me hospedaba, era un hombre mayor, con
una chompa, chaleco, no sé que era, pero le llegaba al piso. Estaba furioso-me
llevé las manos a la cara del horror, la descripción encajaba perfectamente con
el que tiempo atrás me seguía-al parecer nos ha visto salir de esa casa, ha
estado muy enojado, ¿y si es su casa?
Nunca
lo había pensado de aquella forma, pero no era posible. Ese hombre no podía ser
Alfonso. ¿Por qué me estaría el siguiendo?
No, no era posible.
Melinda
me abrazó fuertemente, llena de pánico. La pregunta era: ¿Por qué la siguió a
ella y no a mí?
En
las siguientes semanas y luego de
responder las innumerables preguntas de Melinda, me había quedado sin pistas.
No habíamos vuelto a aquella casa, la soledad de aquel lugar por razones
incomprensibles nos erizaba la piel de forma espeluznante.
La
universidad me tenía lo suficientemente ocupada. Tenía muchas exposiciones y
cosas por leer. Melinda, por su parte, rebuscaba cualquier cosa que nos diera
un paso a seguir.
-Debemos
regresar a esa casa-era la setentaicincoava vez que se lo recordaba en la
semana-hay mucho que buscar.
-Ha
pasado casi un mes desde que fuimos-manifestó-esa casa del horror no es buena
para mis nervios, ¿no puedes simplemente olvidarte de ello?
-Debo
ir-susurré a mi propio pesar.
-Te
dije que me parecía increíble que tuvieras en tu poder un libro con una musa
dentro, pero, ¿No te estás tomando demasiado en serio todo esto?-inquirió, casi
sin aire-¿No puedes olvidarlo y continuar con tu vida?
-Siento
que debo ayudarla-dije entre dientes.
Ella
tenía razón, y yo lo sabía.
-¡Ella
está muerta!-exclamó intentando hacerme entrar en razón-¿tan difícil es que lo
entiendas?, preocúpate por tu vida, ¡Tú si estas con vida, ella a duras penas
se da cuenta que el tiempo pasa!
-No
quiero que ella vea desvanecer sus sueños-suspiré largamente-ella también es mi
amiga.
-Nos
estamos metiendo en algo indebido, ¿Cuántas veces hemos tenido la misma
discusión?, doce, trece, ¿veinte o más
veces?, no eres un dios para poder cumplir todos los anhelos que alguna vez
tuvo, entiéndelo…pero-sonrió cansada-no te podré quitar toda esta locura de la
cabeza, me toca ayudarte a cumplir con una muerta.
La
abracé con fuerza. No estaba sola en toda la locura.
-Pensé
que podíamos ir al barrio de Alfonso-la oí decir-alguien debe de saber de él,
supongo.
-¡Eres
una genio!-exclamé contenta. Jamás se me habría ocurrido esa idea.
-Y
tu una verdadera terca-susurró preocupada, inmune a mis elogios-cambiando de
tema, ¿tus padres no dicen nada porque viva aquí?
-A
mamá no le importa-conté-y mi padre viene en dos meses, ¿y si vamos ahora a la casa?
-¿A
esta hora?, ¡es casi media noche!-exclamó enojada.
-Ok,
iremos mañana-asentí en un suspiro.
Melinda
no tardó en dormirse pero yo aquella noche no pude ni cerrar un ojo. La dama no
se atrevía a escribir al sentir la presencia de ella cerca, lo único que me
daba un aire de consuelo, era que aquel hombre no se había vuelto a aparecer, o
al menos, no lo había vuelto a ver.
-Bueno,
caminaremos por ese barrio-afirmó no muy contenta con la idea, mientras
devoraba con gran habilidad la ensalada de frutas del desayuno.
-Claro-asentí-y
ya que vamos allá, volveremos al antiguo hogar de Alfonso.
Se
quedo con la boca abierta, mientras un cubo de sandía recubierto con leche
condensada se salía de su plato. Exhaló todo el aire de golpe, casi de forma violenta.
-Está
bien-manifesté al ver su cuerpo rígido- olvídate de la casa de Alfonso, al
parecer te repugna mi idea.
-Ese
lugar me da miedo-susurró-por supuesto que me desagrada la idea.
-Como
quieras, no entraremos ahí-consentí.
-Gracias-sus
ojos se pararon en algún lugar detrás de mi-Buenos días, Jacob.
-Buenos
días-saludó mi hermano-¿Quién es el tal Alfonso?, las vengo escuchando desde
hace buen rato.
-E…es-titubeé,
dudando por un cuarto de segundo- el ex-novio de Melinda, además, es de mala
educación, que escuches conversaciones ajenas.
-Ah…-
dijo no del todo seguro-ya decía yo porque no querías ir, la idea
desagradable-rió por lo bajo mientras se iba.
Me
levanté y me escabullí, hasta esperar que mi hermano subiera las escaleras del
piso de arriba.
-¿Estás
loca?-preguntó Melinda al verme regresar-¿Cómo que mi novio?
-Tal
vez esté loca-mencioné bromista-además le he dicho que es tu ex…pero-mi voz se
tornó suplicante-podríamos ir a la casa y tu esperarías afuera, o podrías
entrar conmigo.
-Olvídalo-contesto
en un falso tono cortés-primero muerta.
-Tú
tienes serios problemas con tus miedos-repliqué.
-Y
tú con tus locuras, pedazo de terca-contestó enojada-no me vas a convencer.
Bájate de esa nube.
Lo
sabía, no sería fácil convencerla, pero tampoco imposible.
-Si
me ayudas podría…hablarte mucho a Jacob de ti-sonreí satisfecha al ver como sus
ojos se llenaban de vitalidad, encendidos por un súbito de interés-él es solo
tres años mayor que ti, no tiene novia…
-A
mí-barbulló intentando ocultar su demasiado obvio interés-no me gusta tu
hermano.
-Vamos-no
existía la forma de que estuviera equivocada-he visto como le miras.
-Está
bien, lo admito-bingo, había ganado-no sabes perder, ¿verdad?
-No,
creo que no-burlé.
Eran
casi las diez de la mañana cuando salimos. La excusa perfecta era que íbamos a
caminar por las cercanías.
No
cruzamos ni un par de cuadras cuando paramos un taxi, y luego de que se quedara
un par de segundos helado al escuchar la dirección, había aceptado llevarnos.
-Recuérdame
porque hago esto-pidió comiéndose las uñas cuando llegamos a nuestro destino.
-Por
mi hermano-sonreí triunfante.
La
mayoría de las casas estaban en ruinas, al menos las de esa cuadra. Habíamos
decidido primero preguntar por ahí. Dimos vuelta a la manzana, pero solo
existían cuatro casas habitadas. Decidimos separarnos.
-Buenos
días-saludé a un hombre bastante mayor de edad que barría la acera.
-Buenos
días jovencita-sonrió a cierto grado, con una voz muy áspera-¿en que la puedo
ayudar?
-¿Usted
conoció a Alfonso, el de la casa grande de aquí a la vuelta?-no tenía tiempo
como para dar tanto rodeo.
-Lo
conocí, en efecto-me iluminó de esperanza-pero jamás trate con él, se supone
que murió, eso es lo que todos sabíamos, pero…
-¿Pero?-cualquier
cosa me serviría en la situación en la que me encontraba.
-
Mi vecina. Ella esta demente, dice que él sigue ahí-comentó en voz baja-a veces
le deja comida en la puerta, pero nadie aparece.
-Entonces
si esta demente-di por hecho.
No
tardé en salir y encontrarme con Melinda.
-Fui
a dos casas, nadie sabe algo relevante del tal Alfonso-informó
No
escuché más de lo que dijo. Tuve una extraña corazonada y me guié hasta la casa
que me mostró el anciano.
No
esperé que al tocar la puerta, esta se abriera ante mí, dejando escapar una
oleada de frio con un extraño olor que no pude reconocer. Retrocedí
dudosa. La oscuridad que me recibía, se
quebrantó por el destello de una tambaleante linterna que se movía cada vez más
cerca.
-¿Quién
anda ahí?-preguntó una voz débil y aguda.
La
luz se detuvo en mi cara. Interpuse una mano para evitar ser alumbrada.
Distinguí un par de sombras.
-Disculpe,
no quise entrar sin llamar-susurré, cegada por la luz. Las dos personas
discreparon en murmullos, hablaban sobre confrontar-vengo a hacerles unas
preguntas, no les quitaré mucho tiempo.
Escuché
el ruido de algún fusible y la casa se ilumino. Mi visión era más clara, una
muchacha de unos veinticinco años y una señora de unos noventa me miraban de
soslayo.
-¿Qué
quieres?-preguntó la voz decidida de la joven-has tus preguntas y vete.
-Quiero…-dudé,
¿era correcto interferir y preguntar a un par de personas que apenas conocía?-hablar
de Alfonso.
-Alfonso-susurró
la anciana, con un repentino brillo en sus ojos.
-Esta
bromeando abuela-corrigió la muchacha a la señora mayor, mientras me jaloneaba
hacia afuera.
Me
lanzó una mirada asesina una vez estuvimos fuera del lugar, ¿Por qué estaría
tan enojada?
-¿Cómo
puedes venir y decir eso así como así?-cuestionó, casi a gritos.
-Solo
voy a robarte unos minutos-añadí-te lo prometo.
Asintió,
abatida.
-¿Qué
quieres saber?-inquirió
Estaba
a punto de preguntarle cuando notó la presencia de Melinda, quien aún esperaba
en el mismo lugar donde la había dejado.
-¿Quien
es ella?-vaciló, al ver que se acercaba.
-Mi
hermana-mentí-somos las hermanas Touzard, ella es Violeta y yo soy Helena.
Melinda
me envió una mirada de confusión y luego la disimuló al ver mi gesto.
-Bueno,
como sea, ¿qué buscan?-preguntó.
-Información
de Alfonso-pedí-todo lo que sepa.
-¿Por
qué debería dárselas?-interrogó-ni siquiera las conozco, jamás las había visto.
-Estamos
buscando su paradero-rogó Melinda-es algo muy importante, hemos encontrado a su
hija, ella implora verlo. Imagina su tristeza, cuéntanos por favor.
No
imagino que se le cruzó por la cabeza, para decir algo como eso. La idea no era
del todo mala.
-¿Como
se llama su hija?-curioseó
-Julieta-respondí
-Marieta-afirmó
Melinda, al mismo tiempo que yo.
La
joven nos miro recelosa, al parecer tenia la sospecha de que mentíamos
-Se
llama Marieta Julieta-expliqué-es que cada una la llama por uno de sus nombres.
-¿Cómo
se que no me están engañando?-agregó
-¿Acaso
tenemos cara, de atrevernos a realizar tremenda injuria?-conminó
Melinda-nosotras no seriamos capaces de realizar tremendo delito, esa injustica
no saldría de nuestra mente y menos de nuestros labios, jamás.
Melinda
la había conmovido, era fácil saberlo por la cara pasiva que nos mostró.
-Yo
era una niña demasiado pequeña, incluso para llegar a recordarlo-contó-conozco
de su existencia porque hace más de una década alguien vino en su búsqueda,
preguntando por todos lados. Mi abuela me relató de él, dice que era un buen
hombre.
Adolfo
debió ser un falso, todos lo tenían como alguien magnifico. Una buena persona
no dejaría a su novia con un bebé a cuestas y luego se lo robaría.
-¿Supo
quien lo buscaba con tanto empeño?-oí preguntar a Melinda
-Un
señor un poco mayor, apellido Reimer. Lo buscaba por todos lados, había mucha
rabia en sus ojos-comentó con tristeza-sin embargo tenía alguna angustia
enorme, se fue furioso al enterarse que la casa de Alfonso estaba bajo llave,
no era posible abrirla de ninguna otra forma.
-¿Lo
ha vuelto a ver?-curioseé, la verdad me tenía muy inconforme enterarme que
alguien se nos estaba adelantando.
-Lo
vi hace como un año-el cambio de su voz me hacía dudar, pero era evidente que
ella no tenía razones para mentirme-desde entonces no lo he vuelto a ver.
-¿Ha
vuelto a tener noticias de Alfonso?-interrogó Melinda.
-Ninguna,
desde la muerte de su mujer-afirmó.
-¿Podemos
hablar con su abuela?-pregunté-necesito saber más cosas.
-Traten
de no intranquilizarla-manifestó abriéndonos la puerta-yo debo hacer unas
diligencias, vendré luego.
Le
agradecimos y entramos de inmediato. La canosa mujer aún se encontraba en la
misma silla, disfrutando de una bebida negruzca.
-Hola-me
dedicó una sonrisa con los pocos dientes que tenía.
-Buenos
días-saludó Melinda.
La
anciana no le respondió, parecía que solo tuviera ojos para mí.
-¿Deseas
saber de Alfonso, verdad?-adivinó al instante.
-Sabemos
que le dejó algo a su difunta mujer-expliqué-necesitamos saber que era.
-Creí
que deberías saberlo-una vez más, solo se dirigía a mí.
-Estoy
en busca de una respuesta-afirmé-mi hermana y yo estamos investigando
-Ella
no es tu hermana-aseguró con naturalidad-ni siquiera se parecen
-Es
que…-¿Qué podría decirle?-yo me parezco mas a mi madre
-No
lo dudo-replicó-no puedes engañar a una vieja como yo.
Ella
había descubierto nuestro nada elaborado engaño, ¿Qué tanta información podría
proporcionarme aquella aparentemente desquiciada mujer?
-Me
contaron que usted le va a dejar comida a su casa-mencioné
-Fill
me toma por loca-imaginé que se refería a su vecino-pero él te dio la respuesta
errada, yo desde hace muchos años que no pongo un pie fuera de esta casa, por
consiguiente no he ido a esa casa.
-Ya
veo…-agregué entristecida-de todas formas, ¿tiene idea de que le dejo a su
fallecida mujer?
-Una
carta-respondió. En ese momento ingresó la muchacha. La anciana cesó de hablar.
-Chicas
mi abuela debe tomar sus medicinas-nos señaló educadamente la puerta.
Salimos
de inmediato, ella nos siguió.
-Tengan
cuidado con lo que ella dice, ella está loca-afirmó-cuidado las guía hacia un
mal lugar.
Se
tramó un silencio tenso, demasiado abrumador como para atreverme a hablar
-Debe
ser difícil cuidar a tu abuela-comentó Melinda-pasar tu vida así…
Algo
en la mirada de Melinda no cuadraba. Atinamos a sonreír dócilmente, pero el
gesto que se le escapó a la muchacha nos hacía dudar aún más. Nos despedimos
amablemente y caminamos dispuestas a marcharnos de esa casa.
-En
la casa de Alfonso vi un sobre dentro de un relicario-confesó-intenté abrirlo,
pero necesitaba alguna llave para poder hacerlo.
Sopesé
su idea por unos segundos. Lo más probable, es que Melinda tuviera razón.
-Además,
esa joven estaba atrás de la puerta-continuó-, nunca vi que se fuera a alguna
parte su sombra, ella nos oculta algo.
Di
vista hacia atrás, la muchacha seguía parada afuera de su vivienda. Ella me
observaba con desprecio.
Por favor todo el mundo necesita leer esto
ResponderEliminarAlgunas veces las cosas que no crees pueden suceder.
Mi nombre es Sra. Tessy de Estados Unidos. Tengo 45 años me casé
en la edad de 26 tengo solamente 2 niños y yo vivía feliz. Después de tres
año de mi matrimonio el comportamiento de mi esposo se hizo tan extraño y yo no
realmente entendía lo que estaba pasando, sacó de la casa a otro
mujer lo amo tanto que nunca sueño de perderlo, trato de mi
lo mejor posible para asegurarme de que mi esposo regrese a mi pero todo a no
aprovecho lloro y lloro buscando ayuda He discutido con mi mejor amigo
y ella me promete ayudarme con un SPIRITUAL SPELL CASTER llamado Dr Baz, él
es un hombre muy grande y un hombre real que se puede confiar y no hay nada
sobre cuestiones de amor que no puede hacer es por eso que lo llaman el gran Dr.
Baz. Me puse en contacto con su dirección de correo electrónico
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17. Hechizo humano invisible
18. Éxito o paso de hechizo
19. Conjuro de matrimonio
20. Avenging hechizo
21. Hechizo de popularidad
22. Sufrimiento
23. El hechizo del cáncer
23. LOTERÍA
24. EMBARAZO
25. Fertilidad hierbas
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