¿Por qué escribo? Escribo para ser feliz me paguen o no por ello. Es una enfermedad haber nacido así. Me gusta hacerlo. Lo cual es aún peor. Convierte la enfermedad en un vicio. Además, quiero hacerlo mejor de lo que nadie lo haya hecho jamás. (Ernest Hemingway)

No escribo porque me sobra el tiempo, lo hago porque me hace realmente feliz. El verme esenciada en mis personajes, más humana, más cruel...realmente no tiene precio.





viernes, 3 de febrero de 2012

Capítulo 2: La musa escondida

EL ALMA DE UNA SUICIDA
Capítulo 2: La musa escondida

Pasé tres largas horas decidiendo si escribiría o no. ¿Qué pasaría?, acaso…
¿El libro me respondería?
No, eso no era posible. Y como no lo era, entonces podía escribir cualquier cosa. Aunque aún estaba la duda, entonces, ¿Escribiría un hola?
¿Debería escribir un hola?
Era tan solo un libro. Sin autor, sin año de escritura, ni imprenta. Tan solo un libro vacío. Leer la segunda obra de Rowling me estaba afectando. Ahora me sentía el pequeño niño mago cautivado por un libro misterioso.
Aún así, nadie lo sabría. Nadie respondería. Podía ensoñar con lo que quisiera.
¿Debería escribir un hola?
Me decidí por algo con más temperamento.
-¿Quién-dudé, al trazar mis letras-o qué eres?
<!-more->
Nada apareció. Leer tanto me estaba afectando.
Más vi, con horror, que se escribía algo.
-Soy…la dama de este libro.
Escribía con una hermosa letra cursiva. O me estaba volviendo loca o tenía algo sobrenatural frente a mis ojos.
 Al final, no sé si fue que aquel libro me atraía, o fue mi simple curiosidad ante lo nuevo y desconocido, pero seguí escribiendo.
-¿Por qué te metiste en mi bolso?
-No me metí, tu alma literaria me llamó.
-¿Mi alma literaria?-no pude evitar preguntar.
-Sí, la oscura alma afligida que se encuentra dentro de ti, me llamó-cesó de escribir por varios minutos-es extraño, he andado en tantas manos y eres la primera que escribe.
Paré de escribir.
Yo debía estar delirando. Nadie en su sano juicio, me creería que un libro estaba hablando conmigo y mucho menos que una persona muerta estaba ahí.
Me sentí tonta hasta de mis pensamientos. Dejé el libro aún abierto y a pesar del dolor, bajé a la cocina por un poco de agua.
¿El sufrimiento de mi caída había sido tal, que me hacía alucinar?
-¿Qué sucede Elisse?-preguntó Tim, curioso de la cara pálida que traía.
-No es nada-sonreí falsamente.
-Ah…-si, de seguro no me creía nada-¿Vienes a ver pelis conmigo?
-No…-vacilé-aunque, sí, la veré.
Cualquier cosa sería mejor que subir y encontrarme con un libro que escribía.
Mi hermanito veía el hombre manos-de-tijeras. Si él creía que aquellas raras manos era algo insólito, no imaginaba las extrañas cosas que yo acababa de conocer.
-Me gusta la película, quien la hizo debe ser grandioso-exclamó alegre.
-A mamá le encanta, por eso te pusieron así, por Tim Burton-expliqué.
-¿Tim Burton?-interrogó-¿Quién es él?
-Un director y productor de cine -conté mientras miraba la película y me escuchaba- El humor negro, la fantasía, lo romántico son el sello de identidad de muchas de sus películas, los personajes son generalmente seres marginados o excluidos de la sociedad.
-Es mi productor favorito-susurró admirando el televisor.
-Hey, recién sabes que existe-regañé-no puede ser de tu admiración tan pronto.
-Con que lleve su nombre me es suficiente-susurró, aún hipnotizado por la película.
-Quien entiende a los niños-dije para mis adentros.
-¿Hay más películas de él?-le escuché preguntar.
-Sí, muchas-manifesté-entre ellas, El planeta de los simios, El gran pez, Charlie y la fábrica de chocolate, Batman.
No sé si me escuchó. Parecía demasiado concentrado hasta para darse cuenta de la mosca que volaba en su frente.
La película no tardo en terminar, la rara obra regresó a mi mente.
 ¿Estaba delirando?
-Y ustedes…-me sacó de mis ideologías-o sea tú y Jacob, ¿Sus nombres también vienen de alguien?
-El de él sí-afirmé-viene de cuatro personas: Jacob Cats, Jacob Epstein, Jacob Jordaens y si no me equivoco Jacob Obrecht, a mis padres les fascinaban esos cuatro, con suerte no saliste también llamándote así.
-¿Y esos locos quienes eran?-interrogó, sabía que al escuchar los apellidos lo haría.
-Ah pues, Cats era poeta y político de Holanda, hasta donde recuerdo Epstein era un reconocido escultor británico, Jordaens un pintor barroco flamenco y creo-dudé, casi no lo recordaba- que Obrecht era un excelente compositor flamenco, sí, reconocido en aquella época en que vivió.
-Interesante-la cara de curiosidad de mi hermano, me helaba la sangre-¿Y tu nombre?
-Bueno, al menos el mío es más original-conté orgullosa de no haberle copiado el nombre a otra persona-en su luna de miel nuestros padres fueron a las islas Ellice en Tuvalu, perteneciente a la región Polinesia. A mamá le fascino y cambio la “c” por dos “s” y quito una “l”.
-Fascinante-me miraba asombrado, con sus grandes orbes negros.
-¿Mis niños ya comieron?-la melodiosa voz de nuestra madre nos saludaba, recién entrando.
-Sí, ya me dio sueño, continuaremos conversando mañana-avisó Tim bostezando.
-Que descanses-articulamos mamá y yo, casi al mismo tiempo.
-¿Sabes?-preguntó. La conocía lo suficiente y un nuevo baile era lo que traía-traje un nuevo CD para mover el esqueleto.
-No me lo imaginaba-mentí asombrada.
-Vamos a bailar. El trabajo me tiene estresada, traje el CD-lo que me faltaba, de seguro, terminaría media muerta con el dolor de mi rodilla.
La música llego a mis oídos, y las voces de cinco chicas que no podía descifrar si su acento era  brasileño o algún otro.
-Saluda Elisse. ¿No ves que nos están saludando?-pidió mi madre. Lo tomé como algo absurdo. Los sujetos que se supone que nos saludaban estaban en un CD en el DVD. Ni siquiera sabían de nuestra existencia como para que mi progenitora intentara que yo saludara a un televisor.
Con una gran sonrisa nos decían que íbamos a experimentar la mejor clase de baile del planeta y que no había ningún tipo de presión.
Sí, claro, con una rodilla herida eso no sería posible. Tenía dos opciones: decirle a mi madre y que armara un drama en un hospital o seguir con los pasos simples que prometían los personajes de baile, mientras pedían que hagamos un pequeño paso de claqué hacia atrás, mi Dios, si sobrevivía a esta clase podía empezar a creer que los milagros existen, y aun mejor creería en la existencia de un alma oculta en un libro.
-Elisse muévete-rogaba-relaja las rodillas.
-Claro, las relajaré-respondía a sus ruegos.
Sí, pondría mis piernas hacia atrás mientras sonreiría. No dejaría en vano todos los libros de actuación que había leído.
Claqué atrás con la pierna derecha, rodillas relajadas, dos claqué dobles atrás y luego cuatro simples.
La cara de mamá no podía estar más alegre. Respiraba con dificultad al doblar las rodillas y elevar mis brazos. Mover mis caderas hacia los lados y luego mis brazos hacia mis pies, era una verdadera agonía. Llevar el torso hacia delante mientras flexionaba mis rodillas, fue la gota que derramo el vaso.
Caí al piso, con más dolor que antes.
-¿Qué sucede?-preguntó mi madre, quien dejo de atender el video.
-Creo que mi condición física no esta tan buena-volví a engañarla.
Subí a mi cuarto con más recelo que antes.
El libro estaría ahí, esperándome. Devolverlo a la librería sería la mejor opción. Devolverlo a la librería era mi única y lógica opción,
El reflejo de mi madre bailando sus claqué dobles, fue lo último que vi antes de llegar a mi cuarto. Me acerqué al libro con cautela, como si algún monstruo saldría de sus páginas, en cualquier instante.
-Hola-leí, la mujer sabía que yo estaba en la habitación-no te asustes, no te haré daño.
-¿Debería creerte?, eres un libro que escribe. No es por nada, pero a nadie inspirarías confianza-escribí segura de mis palabras.
-Ya te he dicho, no tengo intención de hacerte daño. ¿Ya te quedaste sin preguntas?
-No, nada de eso. Tengo miles, y no exagero cuando lo digo-apresuré a responder.
-Haz todas las que quieras, he estado tanto tiempo aquí, sin decir nada, que me he sentido demasiado sola.
-¿Qué eres?-no pude evitar preguntar.
-Fui una mujer, ahora me imagino que soy un alma. Solo puedo asegurarte que estoy muerta, aunque casi no recuerdo porque estoy en este libro.
-¿Cómo moriste?-seguía sin poder soslayar.
- eh…me suicidé…
-¿Con qué?-yo y mi curiosidad-¿Cómo?, ¿Por qué?
-Porque no deseaba seguir viviendo. No tienes idea de lo que he vivido.
Aquella mujer, o bueno lo que alguna vez fue, era interesante. Me llamaba mucho la atención todo lo que se podía ocultar en ella, todo lo que ella a través de los años podía conocer.
-Cuéntame más sobre ti-escribí ansiosa.
-Es algo un poco…triste.
-De grandes emociones-¿está hecha la vida?, no, esa era una mala idea, ella ya no estaba viva-están hechas las cosas.
- Morir nunca estuvo entre lo que quería hacer. Bueno, al menos es lo que quería creer, la verdad es que hasta llegué a arrodillarme y pedirle a ese ángel de la muerte que me vaya a visitar en cualquier instante, pero, ¿qué importaba? Al final todos muertos vamos a estar, lo único que  hice fue adelantar ese momento.
-Me llamo Elisse. He leído tanto, que casi nada me sorprende. Desahógate si así lo deseas.
¿Por qué yo escribía de aquella manera? Ni yo lo sé, solo comprendía que esto era diferente.
- Disculpa olvidé presentarme, me llamo Amelia Dennis, mis apellidos…bueno, esos no son importantes, nací en un pequeño pueblo a las afueras de México, cercano a la frontera de Estados Unidos, tengo 23 años, bueno, los tenía antes de morir, mis padres: dos desalmados a los que siempre les pregunté el por qué eran como eran. Mi madre sin lugar a dudas una mujer sumisa y abnegada, indudablemente patética, mi padre el hombre más arrogante que haya conocido, en mi opinión la viva imagen de la maldad, la reencarnación del diablo o algo por el estilo, ¿hermanos? Pues lamentablemente no, no negaré que me hubiera fascinado pero para la clase de vida que compartía con mis progenitores, sería tonto desearle esa niñez a alguien más. Fui a la escuela como todo niño, al menos mi padre deseaba que sus amigos tuvieran una buena imagen de él, que absurdo, mis maestros jamás los conocieron, ni en las reuniones, entrega de boletines, fiestas, musicales…mi graduación, si, como lees, ni siquiera estuvieron presentes, pero hoy en día ya no me importa, mis padres murieron en un accidente de tránsito, aun recuerdo los titulares: “Pareja muere en un accidente de tránsito por disturbio, ningún hijo en la orfandad” Ese encabezado dibujó una sonrisa en mis labios. No es que fuera cruel, pero ya no los tendría a ellos. Ni siquiera existía para la sociedad, así que todo estaría bien.
-¿Sentiste pena?-indagué.
- ¿Pena? ¿Por ellos? En ningún momento. Nunca los quise, no los quiero y puedo jurar que no los querré. Tenía 11 años cuando ocurrió tan preciado suceso. Me expulsaron del colegio años después por mi irrespeto exagerado hacia los profesores, compañeros y directivos de otros planteles ¿Por qué lo hacía? Ni yo lo sé…
-Eres fascinante, pero debo dormir, este día me ha agotado, lo siento. Buenas noches.
Cerré el libro de inmediato. Mi dolor de rodilla estaba aumentando y estaba demasiado cansada hasta para hablar con alguien muerto.
Me levanté con el estruendoso ruido del despertador. Recordé todo lo que había pasado el día anterior, ¿Había sido solo un sueño? Di un giro de noventa grados y ahí estaba aquel libro: La carta de una suicida. No había estado soñando, todo era real, tan real como de que me encontraba viva.
Me preparé, como todas las mañanas. Debía asistir a la universidad.
No sabía si llevarme el libro o si dejarlo en casa.
Al final, decidí la segunda opción.
La ida a la estación fue aburrida. Nuevamente había olvidado llevar algo para leer. Lo bueno era que así podría repasar la exposición que tendría que dirigir. Para cuando llegué, las cien preguntas que tenía que estudiar, ya estaban en mi mente.
-Creí que no llegarías-me saludó Jeremy preocupado.
-Si te contara lo que ha pasado-manifesté emocionada.
-Si es acerca de libros, prefiero no saber nada-comentó, como siempre.
Casi duermo como mis demás compañeros en media clase. Mi profesor era de aquellos que parecían tener más años que las propias pirámides egipcias, Salimos casi huyendo de esa clase.
-Si ese viejito-mostró Jeremy una caricatura de nuestro maestro, el cual también le daba un par de clases en su facultad-vuelve a dar clase, morirá sin aliento.
-Ya me lo imagino-susurré, sentándome en una banqueta.
-Bueno-dijo abrazándome-imagina, tú y yo en una pista de hielo toda la tarde.
-Aceptaría, pero debo ayudar a Tim, muy pronto entrará a clases.
No era verdad, pero mi rodilla no me dejaría patinar libremente y por supuesto Jeremy, lo notaría.
-Para la próxima será-sonrió con desdén-¿Te acompaño a tu casa?
-No, no es necesario-Tim ni siquiera estaría en casa, sabría que mentía-me las arreglaré sola.
-Ah, bueno-susurró uniendo nuestros labios en un cálido beso-debo irme.
Se alejó igual que el día anterior: cabizbajo. Nuevamente lo estaba haciendo sufrir.
Regresé a mi casa,  igual que él. En días como aquel, deseaba que el demonio de Tim estuviera gastándome bromas. Aunque ahora que lo recordaba, no estaba del todo sola, la dama de aquel libro seguiría ahí.
No me sentía nada segura de confiar en ella, pero me sentía tan desierta.
-Hola Amelia-escribí.
-Elisse estoy llena de dudas, necesito un consejo…
Sí, claro. Una mujer muerta, oculta en un libro desde hace años, me estaba pidiendo a mí, una simple chica, como cualquier otra, de apenas diecinueve años que la ayudara en una complicación.
Definitivamente cosas raras existían en mi vida.
-Dime, en lo que pueda te ayudaré.
-Me siento mal, desearía no poder… ¿Cómo decirlo?…eh…dime tú: si buscaras algo con tantas ansias pero al hacerlo harías sufrir a alguien, ¿Lo continuarías buscando?
-No, si eso implica dañar a alguien-tracé con seguridad-lo dejaría de buscar, no importa cuánto lo desee.
-Pero si al encontrarlo, ya no tendrías que hacer sufrir a nadie más, ¿Qué harías?
-Eso cambia las perspectivas, aunque decir que el fin justifica los medios es algo de cobardes, al final los mismos seres decidimos que hacer, creo…creo que no es algo que yo pueda elegir, es algo que tú debes entender…
-Gracias…lo pensare bastante.
-De nada, cuando lo necesites.
Bajé a cocinar dejando a la dama con su irresolución. Me parecía extraña esa clase de inquietudes, pero todos buscamos algo; al menos yo, solo  la felicidad.
Ya era muy tarde. Tim regresaría muy pronto de la casa de la tía Patty y debía cocinar. Tal vez el libro que leí cinco meses atrás de comida irlandesa me ayudaría mucho.
Dos huevos, tres tocinos, vinagre, curry bañado en salsa de perejil. Había olvidado lo difícil que era llevar a la práctica esas  recetas.
-¿Qué preparas primita?-ya habían llegado sin que me diese cuenta.
-No te lo diré, pero espero sorprenderte-manifesté decidida.
-De seguro me sorprenderás, si aquella salsa se quema en la olla-mencionó retirándose de la cocina, luego de señalarme la olla que había olvidado sacar del fuego.
-Elisse, ¿Me darás la comida o me dejaras morir de hambre?-interrogó Tim intentando, como siempre, sacarme de quicio.
-¿De verdad puedo elegir?-pregunté, con verdadero sarcasmo.
Desaparecí de la cocina una vez habiendo dejado a mi prima con la receta. Sentía curiosidad por lo que había decidido la dama. Era mejor que esperar las preguntas trilladas de mi tía y los comentarios fuera de lugar de Tim.
-¿Qué ha pasado, qué has pensando en mi ausencia?-inquirí.
-Sigo con mi indecisión, ¿pero sabes?, eres una buena persona…seamos amigas.
-Me encantaría, encantada de la-¿Vida?, no, una vez más, casi hacia un mal movimiento-sorpresa, me has dado una gran sorpresa.
-Te lo agradezco, hace tiempo que no tengo una amiga…espero que seamos buenas amigas.
-Yo también, ¿Me hablaras más de ti?, siento gran curiosidad-¿Debería confiar en ella? Bueno era un libro, ¿Qué me podría hacer un libro?- sobre todo lo que ha ocurrido en tu vida.
-Me encantaría, pero… ¿Qué deseas saber?
-Todo-era la respuesta más certera que le podía dar.
-Bueno, ya te hable de los tontos de mis padres, de mis años en el colegio…
-¿Cómo se sintió morir?, ¿Cómo es eso?-me sorprendí a mí misma, preguntar.
-Lo más raro…te lo puedo asegurar…creí que vería una luz blanca por un gran túnel, pero no fue nada de eso. Vi mi cuerpo cubierto por la sangre de mis heridas, los paramédicos intentando fallidamente de revivirme. Me oculté en uno de mis cuadernos y no recuerdo nada más…Si no fuera porque escribiste, jamás hubiera sabido que existía…confío en que tenía una idea equivocada de lo que pasaría.
-¿Soy la primera que escribe?-interrogué.
-Eh…sí
¿Por qué la dama dudaba en responder?, ¿Tal vez ocultaba algo endemoniadamente tenebroso dentro de sí misma, de lo cual quería que yo no supiese?, ¿O intentaría conseguir algo que nunca tuvo en vida? No, yo sí que estaba delirando con esa clase de preguntas.
-Quiero…quiero que me hables de tu vida.
-Pues no tengo mucho que contar-respondí a su curiosidad-tengo dos hermanos, mi madre trabaja como secretaria en las oficinas del alcalde y mi padre casi siempre está de viaje.
-¿Viajes?, ¿Viajes largos?
-Sí, para mi suerte son largos, a veces es difícil, tú sabes, convivir ofuscada…
Mis ojos se humedecieron de inmediato, ¿Por qué quería llorar?, tal vez mi familia no era la más perfecta, pero era mi familia.
-Yo también desee aquello alguna vez. Mi padre siempre me reclamaba por no haber sido hombre en vez de mujer. Mi madre, como toda sumisa, se desvivía por su marido, y cuando él la golpeaba, ella se ocultaba en mi habitación. Resegada en la penumbra. Y cuando me acercaba a ella, me empujaba y me decía que debí haber sido un varón, que todo hubiese estado bien con solo esa diferencia, ¡Qué tontos!, ellos no eran los amos y dueños del mundo para decidir que debí haber sido, aunque así hubiese sido ellos jamás se hubiesen entendido, el era dominante y ella parecía una esclava, las cosas nunca hubieran cambiado por la diferencia que ellos me pedían, por eso jamás los quise…
-Te comprendo, pero las cosas a seguir son difíciles. Nadie te iba a dar la vida perfecta en bandeja de plata.
-Sí, pero ya no me importa, ellos ya están muertos, y yo también, nada de eso debería importar.
Cerré el libro, dispuesta a dormir. El sueño me estaba venciendo por todo lo que había hecho en el día.
Tim se recargó en la puerta de mi habitación. Tenía que darme un mensaje, lo sabía por sus inocentes ojos, que me miraban llenos de felicidad.
-Jacob, regresara mañana, ¿No es algo fantástico?-comentó complacido.
-Claro que lo es. Dormiré un rato, trata de hacer lo mismo. Mamá llegara en la madrugada-manifesté, acurrucándome entre las blancas sabanas.
-Que descanses bien-dijo, antes de retirarse.
Casi me conciliaba el sueño, cuando vi a mi hermanito regresar. La alegría ya no estaba en sus ojos, en su lugar la sombría inquietud  aplacaba su felicidad.
-Elisse, ñaña…-balbuceó.
-¿Qué sucede Tim, te preocupa algo?-interrogué intranquila.
-Crees…que algún día-titubeó-yo… ¿Yo seré tan bueno como Jacob y tú?
-Claro, no lo dudes-prometí con ternura-serás alguien que haga la diferencia.
-Entonces, está decidido, ¡Seré como Tim Burton!-exclamó alegre.
-Eh…te has tomado muy en serio eso de Burton, ¿Verdad?
Mi propia  voz fue lo último que escuche antes de quedarme dormida.
Aún, desde la vista que me ofrecía mi ventana, podía ver la negra luna asomarse, y a las verdes hojas moverse con la danza que el viento les daba.
Tim se acurruco junto a mí. Lo abracé como quien tuviera un osito de felpa, el frío erizó mi piel. Debía descansar.
 

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