El alma de una suicida
Capítulo 11: La laguna de los recuerdos
-Infraganti-balbuceó
apenas me vio.
-Solo
fui a tomar aire-mentí sonriente.
-No
sabía que el aire golpeaba con tanta fuerza-manifestó inspeccionando mi labio
roto.
-Me
caí de la cama esta mañana-volví a mentir.
-¿Alguien
te creyó eso?-preguntó sarcástico.
Lo
mire incrédula, él ya me había descubierto en mi engaño. No era capaz de mentirle
como antes. Mi consternación ante todo lo que ocurría en mi entorno, me hacía
más débil.
-Está
bien, te creeré-dijo alzando sus brazos de manera burlona-¿Cómo era?, ah sí, te
caíste de la cama, ¿verdad?
-Cruel-susurré
irritada.
-¿Yo
soy el cruel?-preguntó ofendido.
Se
fue molesto y no lo culpaba. Debía solucionar pronto mis problemas para no
complicar más las cosas.
Al
siguiente día Jeremy no me habló, pero tampoco
fui tras él. Tenía demasiadas cosas en que pensar. La suicida no me
respondía, el correr de su pluma no se hacía presente, lo que me mantenía más
alejada de la realidad que de costumbre.
-Amelia,
te necesito-rogué-sé que estas ahí, responde.
Cualquier
tipo de petición era innecesaria. Me frustraba la forma ridícula en que se
estaba comportando la dama de aquel libro.
Los
días pasaron más rápidos que de costumbre, mi nuevo semestre de clases
empezaría en poco tiempo, sin embargo, no me importaba. El alma de aquella
suicida no se dignaba a dar señales de su existencia.
Las
preguntas seguían cercenando mi paciencia, ¿Por qué aquella joven me había
engañado?, las dudas de sus acciones me mantenían despierta en las madrugadas,
¿Quién era aquel sujeto y que ocultaba?
Intentaba
razonar de todas las posibles maneras, todo era en vano, mis interrogantes no
eran contestadas por ninguna forma. Podía hacer un libro con el nombre: Mil
preguntas sin respuestas, la historia de mi vida.
-¿De
qué te ríes?-preguntó Jacob al verme.
-De
las estupideces que corren por mi cabeza-señalé en tono burlón.
-Creo
que ya terminaste de desquiciarte-aseguró sarcástico.
-No seas malo-pedí repentinamente
enojada-sé mas considerado.
-Claro, lo seré-jactó malhumorado-pero
¿no crees que deberías tu también serlo?
-¿Yo soy mala?-me pregunté a mi misma
en voz alta.
-¿Ni siquiera puedes responderte
eso?-inquirió Jacob-a veces no encuentro la forma de entenderte…y lo he
intentado de verdad.
-Jamás podrás hacerlo-murmuré. No me
sentía nada bien en aquellos días; si yo no podía entenderme, nadie lo haría.
Salí de mi casa, esperando que el aire
fresco de la nueva mañana calmara mis ansias. Llevé el libro de la suicida
oculto en mi bolso, necesitaba respuestas y las hallaría a como dé lugar.
Decidí escribirle a la dama, aunque ella no me respondiera.
-Por extrañas que parezcan las cosas,
esto se estaba volviendo más frustrante que de costumbre, como si mi vida fuese
a acabar en cualquier instante, como si mi tiempo estuviese siendo contado.
Estaba asustada. Cosas raras estaban
sucediendo, no entendía nada.