Es probable que nadie lo entienda
nunca o quizás me den la razón.
De la única cosa que no me gusta
escribir ni dar detalles, es acerca de ti. El cómo nos conocimos, el color de
tus ojos, tu estatura e incluso de tus gustos, la manera en la que caminas, lo
que te hace feliz.
Hablar de ti es comprender que no
estaba equivocada, que nunca lo he estado realmente. Es buscar hacer pedazos mi
mente de puro antojo, caminar por la misma avenida en que sabes que siempre te
pueden atropellar (y es más, que seguro serás atropellado).
Voy a sonreír y a decir adiós (como
tantas veces), sólo que esta vez no voy realmente a despedirme. Ese mensaje que nunca llegará a la bandeja de
entrada, esa voz que no esperará del otro lado de la línea, esos brazos que no
se ceñirán en los otros brazos. Todo esto me sabe a miedo, a escape, a huir. Y
todos tienen razón, yo lo sé y no me importa.
No escribo para que lo leas tú ni
aquellas personas que ganan la lotería del conocimiento, me lo relato a mí
misma, para cuando tenga 70 años e intente pensar en el “¿qué hubiera pasado sí?”
recuerde que fue mi entera decisión.
Pido algo y asumes que debes
cumplir. Alejarte si lo deseo, irte si lo pido y regresar si la soledad me
consume otra vez. Tomar decisiones por ambos es agotador y más cuando no te
molestas en acatarlas. Un ofensivo “no” siempre será mejor escuchar.
¿Qué por qué sigo escribiendo
esto? Diré que es una de esas horas en que necesito hacerlo, como comer o
dormir, como respirar, como para poder seguir viva.
Te elegiría a ti y correría a tu
lado, pero prefiero elegirme a mí misma. Al final y al cabo, voy a acompañarme
hasta el final, así que es la mejor opción.
No sé si voy a olvidar tu
existencia, pero me he cansado de que pase el tiempo y lo único que se nos pase
es la vida. Te libero de mí (como citan muchos por ahí), de mi falsa seguridad
que te ha mantenido tanto tiempo lejos, de las lágrimas, las risas y los días
insoportables en que herir se convierte en mi mejor arma; te libero de los
secretos que nos apresan, del pasado, de los sueños futuros. Te libero de todo
y lo desecho todo. Me libero a mí misma también.
Voy a negarte, a ti y a la
sonrisa con tu nombre; voy a olvidar incluso las lágrimas, amargas gotas de
sentimiento; borraré los intervalos en que aparecías en cada una de las puertas
de mis pensamientos. Me obligaré a olvidar tu existencia.
¿Sabes qué es lo mejor? Si olvidas el pasado y
finges que el presente no existe, el futuro se vuelve aliviante. Mi mente no pensará
en tu malgenio mañanero y tu insomnio nocturno, esos amores tan tuyos, aquellas
que vienen y van. Si te olvido ahora, no conoceré ni cuando tu corazón deje de
latir. Todas estas cosas son tan reconfortantes.
Mañana, años después, cuando me
esté muriendo, sabré si el miedo me sedujo o fue lo correcto; mientras tanto,
te digo adiós. Que el tiempo me dé o me quite la razón.